El tratamiento mediante la Reflexología Podal no es un descubrimiento de nuestro siglo. Hace mucho tiempo, la medicina académica observó que la mayoría de las funciones corporales son guiadas por reflejos, los cuales en parte son innatos, en parte deben aprenderse durante la infancia. La palabra “reflejo” se aplica a la respuesta rápida e involuntaria del organismo ante un estímulo concreto.

Reflejo Vela

Muchos de estos reflejos son movimientos musculares como el estornudo, la tos, el vómito, el parpadeo, el movimiento reflejo de la rodilla ante un impacto seco en un punto determinado o los movimientos digestivos. Otros reflejos tienen que ver con las funciones secretoras como el sudor ante el exceso de calor o el lagrimeo cuando cortamos cebolla, por ejemplo.

Sólo esta directriz automática (sin intervención de la voluntad) de muchas funciones vitales, libra a nuestra mente de la obligación continua de pensar y llevar a cabo por voluntad cada reacción y cada movimiento; está liberada entonces para otros (muchos más importantes) cometidos mentales.

La Reflexología Podal parte de la idea de que los pies representan una imagen esquemática de la totalidad del cuerpo y sus órganos. A las diversas partes del organismo corresponden zonas muy determinadas de los pies. Mediante el masaje de estas zonas puede influirse a nivel reflejo sobre los correspondientes órganos y vísceras. ‘Reflejo’ alude a una relación de doble dirección entre la superficie y el interior del cuerpo. Por un lado, la relación de dentro hacia afuera: toda perturbación de uno de nuestros órganos internos se proyecta en la piel, y por otro, la relación de afuera hacia dentro: toda afección de una determinada zona de la piel es trasmitida al órgano correspondiente. En esta relación se basan todas las terapias de zonas reflejo.

Reflexología Podal